Enseñar a cómo pensar, no qué pensar.
Esta primera entrada del blog la escribo, principalmente, como alumna, como agradecimiento a todos los profesores que he tenido a lo largo de mi vida. Por eso, he decidido ponerle este título: "trabajo para la eternidad".
Henry Adams (1838-1918) dijo: "Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia".
Pero la influencia de un profesor no reside solo en aquellos que consideramos buenos profesores. También los malos nos enseñan algo: lo que queremos y lo que no queremos ser, hacer, permitir... Quizá esto significa que la observación y el aprendizaje docente empiezan incluso mucho antes de que una persona decida ser profesor.
Rompiendo una lanza a favor de aquellos malos profesores, diré que, al final del día, nunca sabemos del todo quiénes son fuera del aula. A veces, ni siquiera sabemos si están casados o si están pasando por un mal momento. Solo juzgamos la hora al día que los vemos. Y no siempre pensamos que puede que no sean malos, sino que no estén pasando por su mejor etapa y que, quizá, no sepan compaginarlo todo. Porque, como se suele decir: "todos somos humanos", y todos tenemos derecho a no saber cómo lidiar con ciertas cosas.
Aun así, creo que la mayoría hemos notado la diferencia entre quienes están atravesando una mala racha y quienes, sencillamente, no disfrutan de su trabajo.
Porque el trabajo de docente, en cualquier ámbito, es un trabajo muy exigente. Hace falta vocación para poder sostenerlo. No solo porque la gente puede ser complicada, sino porque muchas veces un profesor también es paño de lágrimas, consejero o incluso una figura amiga. Nunca se sabe qué historia lleva cada alumno a cuestas, y se necesita mucha entereza para acompañarlos.
Precisamente por eso he querido empezar esta entrada como una pequeña oda a todos aquellos profesores— los míos, los tuyos, los de mis amigos, familia, y todas aquellas personas que nunca llegaré a conocer—, porque muchas veces no son, o no somos, conscientes de hasta qué punto pueden cambiarle la vida a alguien.
Así que gracias. A vosotros, porque si estáis leyendo esto, estoy segura de que sois así. Y a los míos, por haberlo sido.
Ahora bien, ser un buen profesor no es solo tener empatía. También es saber enseñar. Aquí entran en juego otros perfiles: esas personas que les encanta lo que enseñan, que tienen un conocimiento profundo y pasión por lo que hacen, pero a las que quizá no les acompañan las habilidades comunicativas. O, al contrario: quienes, aunque estén cansados de enseñar lo mismo, tienen una creatividad tal que consiguen despertar el interés de sus alumnos día tras día.
Por eso, creo que un buen profesor debería ser capaz de aunar ambas cosas: pasión y conocimiento, con una forma de enseñanza amena y creativa. Saber cuándo una clase puede resultar más pesada y cómo compensarlo con otra.
Porque enseñar no es solo transmitir contenido: es también despertar la curiosidad, mantener viva la atención y, sobre todo, acompañar el aprendizaje.
Todo esto me lleva a pensar en lo importante que es pararse a reflexionar sobre nuestra propia práctica docente. Y justamente de eso se trata esta entrada: de entender la enseñanza como un proceso en constante revisión. Reflexionar como docente no es solo una opción, es una necesidad si queremos mejorar, adaptarnos y responder de manera adecuada a las realidades de nuestros alumnos.
Pero esta reflexión no tiene por qué ser —ni debería ser— un proceso solitario. Por eso creo que la idea de hacer blogs nos puede ayudar, sobre todo a la gente que es más tímida o a quienes no se les da tan bien socializar. Escribir nuestras ideas, contrastarlas con las de los demás, leer experiencias, puntos de vista y enfoques distintos es una forma de empezar a construir una reflexión colectiva que nos enriquece como futuros docentes, o que os ayudará a los que ya lo seáis.
En definitiva, un profesor, por más que nos duela, nunca va a tener todas las respuestas. Pero ser un buen profesor significa hacerse buenas preguntas y atreverse a buscarlas, una y otra vez, incluso cuando no hay certezas.
Bibliografía:
Adams, H. (1918). The education of Henry Adams. Houghton Mifflin.
Dewe, J. (1933). How we think: A restatement of the relation of reflective thinking to the educative process. D.C Heath and Company.
Schön, D.A. (1983). The reflective practitioner: How professionals think in action. Basic Books.
Pozo, J.I., & Monereo, C (EDs.). (2009). La competencia de aprender a aprender: De la teoría a la práctica. Alianza Editorial.
Zabalza, M.A (2004). Diario del profesor: Un recurso para la reflexión sobre la práctica docente. Graó.

En tu texto, muy interesante a llamado mi atencion porque destacas dos cualidades esenciales en la labor docente, la pasión por enseñar y el conocimiento profundo de la materia. Ambas son necesarias, pero no suficientes por sí solas. Un profesor apasionado transmite entusiasmo y contagia el deseo de aprender; un profesor con conocimiento brinda seguridad y estructura. Sin embargo, lo que realmente marca la diferencia es la capacidad de equilibrar ambos elementos a través de una enseñanza creativa, flexible y empatica. Saber cuándo una clase puede resultar más pesada y cómo compensarlo con otras dinámicas demuestra sensibilidad hacia el grupo y compromiso con el aprendizaje significativo. Esta visión me recuerda que enseñar no es solo transmitir contenidos, sino también crear experiencias que conecten con los estudiantes a nivel cognitivo y emocional.
ResponderEliminarAna, me has matado con esta entrada! Eres muy profunda. Estoy segura que serás igual o mejor profesora de lo que describes en esta reflexión. Además de tener un muy buen punto en muchas cosas quiero resaltar una frase: " Si quieres ir rápido ve solo, si quieres llegar lejos ve acompañado" la reflexión colectiva te hace grande! Saludos!!!
ResponderEliminarMe gusta la forma en que abordas las reflexiones, pues hablar del conocimiento y la enseñanza implica hacerlo desde lo filosófico, y es lo que logras en el desarrollo de diversas categorías del texto.
ResponderEliminar¿Tienes alguna propuesta para desaprender? ¿Crees que es necesario en aula?
Te recomiendo el texto titulado "Dimitas Arias" de Tomás Carrasquilla, este nos invita a pensar sobre la figura del docente y la percepción que se tiene, relegándolo a determinado rol social.