lunes, 12 de mayo de 2025

La más heroica de las virtudes

 La capacidad de mantener una buena actitud mientras se espera.


Giacomo Leopardi (1798-1837) dijo: "La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo".

A raíz de lo que hablábamos en la entrada anterior, sobre esas cualidades que hacen a un buen profesor, hay algo que aún no habíamos mencionado del todo pero que iba implícito en cada párrafo: la paciencia. Y es algo que hay que trabajar, no solo del profesor para con los alumnos, sino también entre ellos.

La Real Academia Española define la paciencia como "la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse" y "capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas". Comúnmente también se ha dicho que "la paciencia es la madre de todas las ciencias".

Incluso podríamos desmontarla etimológicamente: paciencia viene de patientia, -iae, que a su vez viene del griego πάθος (pathos) que significa "sufrimiento". El participio latino patiens (el que sufre) es el origen de paciente que también puede referirse, exactamente, a alguien que padece una enfermedad.

Y así es. Porque, dependiendo de qué tipo de profesor seas y a quién tengas delante, vas a sufrir. Pero sufrir no siempre tiene por qué ser malo.

Fuente: Pinterest.

Por ejemplo: yo. Yo he sido una alumna que ha hecho sufrir a sus profesores, tanto para bien como para mal. Durante toda mi vida estudiantil, específicamente en primaria y la ESO, fui una alumna de extremos: o lo daba todo en clase, o directamente ni aparecía. Y en esos últimos casos, no era necesariamente porque no me gustara la asignatura...

A veces simplemente no me gustaba el profesor.

Tuviera motivos para ello o no.

Aún me acuerdo cuando en 2º de ESO aparecí solo un par de veces en clase de Castellano. Irónico, ¿no?. Siempre me ha encantado la asignatura, pero ese año, por algún motivo, era un no rotundo. Hacía cualquier cosa por salir del aula sin que me contara como falta — y mi profesora estaba encantada en ayudar.

Cuando Remedios, la profesora —un saludo, esté dónde esté— me llamó para darme la nota, me dijo: "me molesta tanto tener que ponerte esta nota... porque no haces más que molestar".

Hay veces que recuerdo mis andanzas por el instituto y no puedo creer que esa persona y yo seamos la misma. No por haber sido irrespetuosa, sino por el coraje que tenía muchas veces. Rabia adolescente, supongo.

Con el paso de los años, esas ganas de rebelarme se han ido calmando. Cada vez que recuerdo ese momento, o tantos otros parecidos, me cuenta ponerme en mis propios zapatos. Aún sabiendo qué me motivaba, y que a veces tenía razones, me doy cuenta de que me fallaban las formas.

Y entonces pienso en mis profesores: en cómo debían enfrentarse a esas clases sin saber qué les esperaba. En la paciencia con la que volvían a entrar, día tras día.

Aunque me estoy retratando como la peor de las alumnas, tampoco era para tanto. Un par de contestaciones, alguna escapada al baño que duraba casi toda la hora...

Pero me paro a pensar: ¿Qué hubiera hecho yo en su lugar?, ¿habría sabido mantener a raya a alguien como yo?, ¿habría tenido la paciencia necesaria?, ¿tendré la paciencia necesaria?

Porque, a día de hoy, ya me he enfrentado a situaciones con niños en las que he necesitado mantener la cabeza fría e intentar otras aproximaciones. Pero conforme sube la edad de los alumnos, siento que mi paciencia baja.

Y sin embargo, sé que ahí es donde más se pone a prueba.

Donde más necesario es respirar hondo. Donde más se nota quién enseña solo contenidos... y quién también enseña con presencia.


Bibliografía:

Leopardi, G. (s.f). Cita atribuida. Recuperado de https://www.frasesypensamientos.com.ar/autor/giacomo-leopardi.html

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