jueves, 15 de mayo de 2025

Cuando el espacio enseña (#1)

Esta entrada va a ser corta, solo una breve reflexión de lo que he estado pensando mientras hacía la actividad: rediseña tu aula.

Laura Owens (1970): "Siento que hay un espacio de libertad personal para mí donde ocurre mi creación artística. Cuando voy a ese espacio, estoy completamente en el mundo de las posibilidades".

Durante años pensé que enseñar era ocupar un lugar central. Que el profesor que se mueve más, que habla más, que llena el aula con sus ideas y recursos es el que más enseña. Pero, poco a poco, según fui creciendo, fui entendiendo que enseñar también es dar espacio. Dar espacio al otro. Espacio físico, si; pero también espacio simbólico. Espacio para hablar, para equivocarse, para probar, para ser.

Uno de los aspectos que menos se menciona en la enseñanza de lenguas es el uso del espacio. Un lugar donde cada elemento tiene, o debería tener, un propósito pedagógico.

Las paredes, por ejemplo, pueden ser aliadas del aprendizaje si se usan con intención: mostrar trabajos de los estudiantes, frases de ánimo, mapas o fotos del país... Pero esto no debería convertirse en una sobrecarga visual. Hay que diseñar con equilibrio, pensando tanto en lo estético como en lo funcional.

La luz, la ventilación, los colores y los olores también afectan la concentración. La disposición de las mesas, el uso de la tecnología (con sus planes B y C por si falla), e incluso la libertad de movimiento son aspectos que pueden marcar la diferencia entre una clase que simplemente ocurre y una clase que realmente invita a aprender.

La gestión del espacio no es solo logística: es también ideológica. Nos obliga a pensar qué tipo de aula queremos construir y qué tipo de relación queremos fomentar entre los estudiantes, con el conocimiento y con nosotros mismos como docentes.

Una de mis profesoras del colegio, la de 2º de primaria, cambiaba la disposición de las mesas cada mes: en U, en H, en una sola fila, en varias, mesas separadas... Todo dependía de cómo nos habíamos portado o los temas que fuéramos a ver en clase. Me acuerdo, sobre todo, de cómo ese cambio se hacía con nosotros: nos pedía ayuda, y entre todos decidíamos dónde iría colocada cada mesa., siempre nos pedía ayuda y entre todos decidíamos donde iba a ir colocada cada mesa. En una época, incluso, había tres filas separadas por un pasillo, y al fondo de la clase, en el centro, una única mesa: la del alumno que molestaba.

Su favorita era la U, y me acuerdo porque fue la primera vez que vi tal disposición de mesas, y porque éramos los únicos en el colegio que nos sentábamos así. De hecho, no volví a ver algo parecido hasta que entré en la academia. Y no me había dado cuenta del beneficio que conlleva.

En forma de U, los ojos se encuentran, las voces se reparten, y el espacio físico invita a que otros hablen. Y justamente para eso sirve: para respetar los turnos de palabra. Porque cuando puedes ver claramente la cara de tus compañeros, si alguno hace el amago de hablar, es más fácil saber cuándo esperar y ofrecerle el turno.




Bibliografía:

Bourdieu, P. (1997). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Anagrama.

Fernández, D. & Co. (2011). Repensar el aula desde la creatividad. Una innovación dirigida por los usuarios


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuando el espacio sueña (#2)

  ¿Pueden los androides soñar con ovejas mecánicas? Philip K. Dick (1968): " Era obvio que la empatía sólo se encontraba en la comunida...